Alabanza, ofrecida para apaciguar mi ira. (Haydock) --- Esto muestra admirablemente la fuerza de la intercesión de los santos, que Dios no rechaza, sino que anima con tales declaraciones. Abraham y Moisés no dejaron de orar por los culpables (Génesis xviii. 23. y Éxodo xxxii. 10.) y el Señor se queja de que no había nadie que lo detuviera, Isaías lxiv. 7., y Ezequiel xxii. 30. (Calmet)

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