Los judíos no lo verán corporalmente, sino en el juicio final. Entonces, dice la Escritura, (Zacarías xii. 10.) Verán al que traspasaron con clavos. Pero en la ruina de Jerusalén, todos los que comparen sus predicciones con el evento, evidentemente pueden ver que este fue el día de su venida, tan claramente marcado en sus palabras. Todo el mundo podía ver que evidentemente era la mano de Dios la que los castigaba. (Calmet)

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