Aunque Cristo conocía bien la obstinación de los judíos, sin embargo, como buen médico, condesciende en hacerles otra visita y probar qué efecto podría tener una nueva medicina en esta, por así decirlo, su última etapa de existencia. Por tanto, predica públicamente en la sinagoga, como Isaías había declarado de él, y conmovió todo corazón. Los mismos judíos lo consideraban como algo muy extraordinario; como uno de los profetas o santos antiguos. Pero Cristo, para que puedan concebir una opinión más elevada de sus personas, no hace uso de las expresiones que ellos hicieron, sino que habla como Señor y Maestro de la ley. (San Cirilo)

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