Siéntate ahí. San Jerónimo reprocha la opinión de quienes suponen que Cristo montó tanto en el asno como en el pollino, aunque sin razón suficiente. El griego en verdad, epano auton, sobre ellos, puede referirse a las bestias o al griego: ta imatia, las vestimentas; pero el sentimiento muy general es que primero se sentó sobre el asno por un corto tiempo y luego montó el potro. Cabe preguntarse por qué Jesús, que por humildad había viajado a pie durante toda su vida, y que en ningún caso anterior se ha visto que se haya permitido la comodidad de montar a caballo, entró en esta ocasión en Jerusalén cabalgando. Una de las razones fue, como se menciona en la nota del ver.

4, supra, para cumplir la profecía de Zarcharias, quien había dado esta marca del Messias. De ahí que San Juan (Crisóstomo, hom. Lxvi.) Desafíe a los judíos a que le muestren cualquier otro rey suyo que hubiera entrado en Jerusalén montado en un asno. Otras razones fueron, dar una leve muestra de su verdadera dignidad real antes de sufrir; ser reconocido públicamente por el Mesías; para confirmar la fe de sus discípulos; y no dejar a sus enemigos excusa para su incredulidad.

En esta, como en todas las demás ocasiones, la magnificencia se mezcla admirablemente con la humildad, en las acciones de nuestro Salvador. Incluso en este su triunfo, no podemos dejar de admirar su humildad, al montar en un asno. (Jansenius) --- La gloriosa recepción que recibió del pueblo, fue perfectamente voluntaria de su parte, la genuina efusión de sus corazones, y como tal, infinitamente superior al vano ya menudo forzado desfile otorgado a los príncipes terrenales; y se conmemora en la bendición y distribución de las palmas en la Iglesia Católica, el Domingo de Ramos, en todo el mundo cristiano.

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