Por tanto, velad. Para que los hombres no estén atentos sólo por un tiempo, sino que mantengan una vigilancia continua, el Todopoderoso les oculta la hora de la disolución: deben, por tanto, estar siempre esperándola y siempre vigilantes. Pero para la eterna infamia de los cristianos, digamos, los sabios mundanos usan mucha más diligencia para la preservación de sus riquezas que los primeros para la salvación de sus almas inmortales.

Aunque son plenamente conscientes de que el Señor vendrá, y como un ladrón en la noche, cuando menos lo esperan, no perseveran en la vigilancia, ni se guardan de la desgracia irreparable de abandonar la vida presente sin una preparación previa. Por tanto, llegará el día de la destrucción de los dormidos. (San Juan Crisóstomo, hom. Lxxviii. Sobre S. Matt.) --- ¿Qué importancia tiene entonces que seamos hallados vigilando y debidamente atentos a la única cosa necesaria, la salvación de nuestras almas inmortales?

Porque, ¿de qué nos servirá si hemos ganado el mundo entero, del cual entonces debemos dejar, y perder nuestras almas inmortales, las cuales, debido a nuestra supina negligencia a estas amonestaciones de Jesucristo, deben sufrir en las llamas del infierno por toda la eternidad? ? (Haydock)

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