Y Jesús les acusó estrictamente. Aunque nuestro Salvador les ordenó estrictamente que mantuvieran el milagro en silencio, no obstante lo publicaron en todo ese país; no pudiendo contenerse, se convirtieron en evangelistas y publicadores de lo que se les ordenó ocultar. Por lo tanto, se nos advierte no solo que guardemos silencio nosotros mismos todo lo que sea para nuestro propio elogio, sino que también nos esforcemos por impedir que otros lo publiquen; actuar de otra manera sería volvernos odiosos a los hombres y abominables a los ojos de Dios.

Pero si callamos, obtendremos mayor gloria ante los ojos de Dios y de los hombres. Por otro lado, todo lo que redunde en la gloria del Todopoderoso, debemos publicarlo nosotros mismos y exhortar a otros a que lo den a conocer en todo el mundo. Por eso se dice: Ve y cuenta la gloria de Dios. (San Juan Crisóstomo, hom. Xxxiii.)

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