Hisopo, que se usaba para rociar leprosos, etc. (Levítico xiv. 6.) no es que la ceremonia similar, o incluso el sacrificio, fueran suficientes para curar la herida del alma. La contrición sincera (vers. 18, 19.) y la virtud de la sangre de Cristo son necesarias. (Calmet) (Hebreos ix. 19.) --- El calor (Números xix.) Y el funcionamiento de esta medicina soberana fue mostrado al profeta, Juan xix. (Worthington) --- La aspersión del sacerdote podría ser útil, si el corazón estaba contrito, Hebreos ix. 13. (Menoquio)

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