También los dedicó el rey David a Jehová, con la plata y el oro que había traído de todas estas naciones, apartados para el uso de Jehová en el tesoro del santuario: de Edom, de Moab y de los hijos de Israel. Ammón, cuyo territorio estaba al noreste del Mar Muerto, y de los filisteos y de Amalec, a quien había derrocado después de que saquearon Siclag en su ausencia, 1 Samuel 30.

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