Entonces el pueblo se regocijó por lo que ofrecieron de buena gana, porque con un corazón perfecto, un corazón que no envidió en secreto el regalo, lo ofrecieron de buena gana al Señor; y el rey David también se regocijó con gran alegría. Esa es invariablemente la experiencia de los creyentes: cuanto más dan y más voluntariamente dan por el reino del Señor, para que se extienda en casa y en el extranjero, más placer tienen ellos mismos de su acción.

Una congregación en la que prevalece este espíritu es feliz por encima de otras y, por lo general, mostrará mucha más vida espiritual que una en la que la obra del Señor se lleva a cabo con un corazón renuente, incluso si se alcanza la cuota.

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