Y salió el rey de Israel e hirió a los caballos y carros, a todos los que intentaban escapar con ellos, y mató a los sirios con una gran matanza. Así Dios castigó el orgullo y la insolencia del tirano, mientras que, al mismo tiempo, llamó a Acab al arrepentimiento. Hasta el día de hoy, la bondad de Dios planea llevar a los hombres al arrepentimiento si tan solo tomaran nota de las señales.

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