Entonces Saúl subió de seguir a los filisteos, no continuó la persecución; y los filisteos, de ninguna manera incapacitados permanentemente, se fueron a su propio lugar, a su propio país. La causa del silencio del Señor evidentemente no fue la conducta de Jonatán, sino el acto arbitrario y temerario de Saúl. Si los hombres profesan buscar la gloria y el honor de Dios, pero al mismo tiempo toman Su nombre en vano una y otra vez, el Señor a menudo los castiga dejándolos continuar en su necedad.

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