Te ruego que perdones la ofensa de tu sierva, la culpa que se había atribuido a sí misma por su propia confesión; porque ciertamente el Señor hará de mi señor una casa segura, como recompensa por su magnanimidad en este caso, porque mi señor pelea las batallas del Señor, y no se ha hallado en ti mal en todos tus días, es decir, mala suerte, desgracia.

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