Y la mujer vino a Saúl, se apresuró a su lado, y vio que estaba muy angustiado, muy aterrorizado, y le dijo: He aquí, tu sierva ha obedecido tu voz, y he puesto mi vida en mi mano, ejercitándola. poderes de conjurar contra la ley de Jehová y la tierra, y han escuchado las palabras que me hablaste. Mostraba una natural simpatía por el rey, agotada por la excitación y la abstinencia de la comida como estaba, siendo esta consideración la que la impulsó a ofrecerle su hospitalidad.

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