Sin embargo, los buzos de Aser, Manasés y Zabulón se humillaron y llegaron a Jerusalén; atendieron la invitación, porque sus corazones fueron golpeados por la súplica del rey. Aun así, siempre hay algunos en la gran masa de personas que escuchan la invitación del Evangelio y aceptan a Jesús, su Salvador.

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