Entonces vino Eliaquim, hijo de Hilcías, mayordomo de la casa, y Sebna, el escriba, y Joa, hijo de Asaf, el registrador, a Ezequías con sus vestidos rasgados, y su gran dolor y dolor no era solo por causa de el mensaje, sino también a causa de los insultos al rey y las blasfemias de Jehová que habían oído y le habían contado las palabras del Rabsaces. Los orgullosos hijos de este mundo se deleitan en desafiar la Palabra y la voluntad de Dios, en blasfemar contra el Señor. Pero los que confían en el Salvador no permitirán que tales discursos les hagan vacilar en su confianza, porque la última palabra estará del lado del Señor.

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