Entonces vino Eliaquim hijo de Hilcías, mayordomo, y Sebna el escriba, y Joa hijo de Asaf, el canciller, a Ezequías con sus vestidos rasgados, y le contaron las palabras del Rabsaces.

Luego vino Eliaquim... a Ezequías, con sus vestidos rasgados. El desgarro de una parte de la prenda exterior era una señal común y muy significativa de dolor y consternación entre los judíos, así como entre otros pueblos orientales. En la presente ocasión, el acto expresaba ambas emociones: pena por la gravedad de la crisis nacional, consternación por las atrevidas blasfemias de los asirios.

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