Pero el pueblo calló, y no le respondió palabra; porque el mandamiento del rey era, diciendo: No le respondáis.

Pero el pueblo guardó silencio, es decir, el pueblo en los muros, a quien se dirigió el discurso de Rab-saces.

Y no le respondió ni una palabra , no fuera que se hubieran visto envueltos en un altercado, y se hubieran usado palabras o argumentos que hubieran exasperado a los asirios y proporcionado a Senaquerib un pretexto, del cual estaba demasiado dispuesto a aprovechar, para provocar inmediatamente hostilidades

Porque el mandamiento del rey era, diciendo: No le respondáis. Fue un consejo muy prudente; porque si hubieran entrado en una discusión de los temas abarcados en el discurso de Rab-saces, los judíos podrían haber traicionado sus temores, o haber proporcionado alguna ventaja al astuto enemigo; mientras que, por su obediencia tranquila y firme al mandato de Ezequías, demostrarían, en presencia de sus invasores asirios, su devota lealtad a su soberano, y la inutilidad de todos los intentos de seducirlos para que desertaran de la causa de su rey y país.

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