Y sucedió que cuando el rey hubo escuchado las palabras del Libro de la Ley, el original, como de costumbre, causó una impresión mucho más profunda en el oyente que las copias que a menudo se descuidaban, que rasgó sus ropas, toda su alma conmovida por las impresionantes ordenanzas y llena de dolor al darse cuenta de sus defectos.

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