Y sucedió que cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel se había rasgado la ropa, desesperado por la hazaña aparentemente imposible que se esperaba de él, envió al rey, diciendo: ¿Por qué has rasgado tu ropa? en su opinión, un acto de miedo insensato. Venga ahora a mí, y sabrá que hay un profeta en Israel, un siervo del Dios verdadero y todopoderoso.

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