David, por tanto, rogó a Dios por el niño, que le perdonara la vida; y David ayunó, como una señal de profundo dolor y arrepentimiento, y entró, a una habitación tranquila o lugar retirado de su casa, y pasó la noche acostado sobre la tierra. Se inclinó con mansedumbre bajo la mano castigadora de Dios, pero también suplicó una consideración misericordiosa, si podía esperarlo.

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