Y Tamar, como signo de su gran dolor por la vergüenza que había sobre ella, se puso ceniza en la cabeza, rasgó su manto de diversos colores que tenía sobre ella, y puso su mano sobre su cabeza, como muestra del hecho de que la mano de Dios se posó pesadamente sobre ella en esta visitación, y siguió llorando, lamentando la grandeza de su vergüenza y deshonra.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad