Por lo tanto, debido a que había exhibido un orgullo tan injustificado, Mical, la hija de Saúl, no tuvo hijos hasta el día de su muerte, uno de los castigos más severos que se conocen en el Antiguo Testamento. Como David y los hijos de Israel, los creyentes se regocijan en el Señor y en Su Palabra y con alegría le cantan alabanzas, sin que el desprecio del mundo los disuada.

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