REFLEXIONES

¡LECTOR! Piense en lo miserable y humilde que debe haber sido el estado de Israel todo el tiempo que estuvieron sin el Arca, el símbolo de la presencia de Dios. Sin duda, muchos israelitas piadosos suspiraron en secreto en la ocasión. ¡Oh! ¡mi hermano! ¡Piense en qué triste acontecimiento desgarrador sería para esta feliz tierra nuestra, si por los pecados del pueblo el Señor se complaciera en quitar el candelero de oro de su lugar! ¡Incluso con la mera perspectiva de ello, el corazón tiembla! Nuestros dulces sábados, nuestras fiestas solemnes, nuestros privilegios evangélicos y ordenanzas; una vez mas! Y, sin embargo, ¿no es el pecado de la tierra suficiente para reclamar estas señales de disgusto divino? ¿Quién puede considerar al Dios de toda gracia y al Padre de todas las misericordias, tan continuamente ofendido como él, pero debe temblar por las consecuencias? si el alma de Lot estaba afligida desde el día de hoy por la conversación sucia de los impíos; Bien corran ríos de agua por los ojos de los fieles, porque los hombres no guardan la ley de Dios.

¡Pero lector! en medio de la terrible contemplación de tal evento, sea vuestro consuelo y el mío, que el Señor ponga el juicio a la línea y la justicia a la caída en picado; aunque perdamos el Arca, el pueblo de Dios no puede perder a aquel cuyo símbolo era el Arca. ¡Oh! que tú y yo llevemos el arca de Dios, es decir, Jesús, a nuestro corazón ya nuestras casas: es sólo su presencia la que da una verdadera bendición a las ordenanzas; y sin su presencia, las mejores ordenanzas no son nada.

Y, oh Señor Dios, concede que ninguno de nosotros, como Uza, pueda presuntuosamente darle un toque incorrecto al Arca, ni pensar en vano que el Arca de Dios necesita nuestra débil mano para sostenerse. Tú, Señor Dios, dirige todos nuestros enfoques hacia ti, y dirígelos para que sean según el debido orden que has ordenado. Y luego, si los Michals de la hora presente desprecian nuestro gozo, y desprecian nuestros éxtasis, que lo hagan; sólo servirá para manifestar aún más de quién somos, por las persecuciones de los impíos.

Y ¡oh! por la gracia en pleno ejercicio, no como David, en esta ocasión para volver barandilla por barandilla, sino por el contrario bendición. Que podamos pasar tanto por malas noticias como por buenas noticias; y en todas nuestras pruebas menores, busca, amado Jesús, una porción de tu Espíritu, para que podamos salir a ti fuera del campamento, llevando tu oprobio; regocijándonos de que somos tenidos por dignos de sufrir vergüenza por tu nombre.

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