Salid, oh hijas de Sion, y ved al rey Salomón con la corona con que lo coronó su madre en el día de sus desposorios y en el día de la alegría de su corazón.

Aquí se representa a la Iglesia, no como suele aparecer para el espectador casual, sino como es en realidad a los ojos del Señor. Ella avanza y asciende a través del desierto de este mundo hacia la Ciudad eterna arriba, una gran multitud de todas las naciones, lenguas y pueblos. Está rodeada de una nube de oraciones que expresan su firme confesión de fe, su paciencia en el sufrimiento y su obra de amor, olor grato en la nariz del Señor.

Y el Señor le ha proporcionado un medio de transporte apropiado, una carreta nupcial de singular belleza, rodeada de Sus poderosos héroes ministradores, los ángeles de Su poder. Sí, más; para cada uno que pertenece al ejército de la novia, Él tiene un carro especial, en el cual Él lleva el alma de Sus creyentes al hogar eterno del cielo. Allí cada creyente sirve como una joya, realzando la belleza del Rey, y todos los creyentes juntos serán una diadema, una corona de hermosura, cuando se celebren las bodas del Cordero y contemplemos Su gloria, por los siglos de los siglos.

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