En aquellos días, yo, Daniel, estaba de luto por tres semanas completas, muy probablemente debido a las condiciones en la tierra de sus padres, donde el pequeño puñado de judíos estaba tratando, con dificultades especiales, de reconstruir el Templo y restaurar la ciudad, un hecho que hizo que Daniel, al comienzo de un nuevo año, se entregara al ayuno y la oración.

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