Una corriente de fuego brotó y brotó de delante de Él, para devorar las fuerzas pecaminosas y hostiles del mundo y para purificar a los hijos del Reino. Miles de miles le servían, y diez mil veces diez mil estaban ante Él, un número incontable de santos ángeles listos para cumplir sus órdenes. Se dictó el juicio, se preparó todo para el juicio y se abrieron los libros, es decir, los libros de actas, en los que se anotan las obras de los hombres, para que sirvan de base a la sentencia que el hombre debe pronunciar sobre los hombres. Juez celestial.

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