Ahora bien, ¿por qué deberíamos morir? Porque este gran fuego nos consumirá; si oímos más la voz del Señor, nuestro Dios, moriremos. La conciencia de su pecaminosidad recaería sobre ellos con tanta fuerza que los haría morir de miedo y pavor a la majestad de Dios.

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