Como las naciones que el Señor destruye delante de vosotros, así pereceréis, porque no quisisteis obedecer a la voz del Señor vuestro Dios. Si se unían a las naciones paganas de Canaán en su enemistad hacia Jehová, también tendrían que compartir el castigo que seguramente los golpearía, de hecho, ya había comenzado. Lo mismo se aplica a todos los creyentes. Mediante humillaciones y tentaciones, el Señor pone a prueba la fe de Sus hijos para mantenerlos humildes en prosperidad también.

Y los cristianos siempre serán conscientes del hecho de que no es su propia capacidad e inteligencia a lo que, en último análisis, deben su posición y su riqueza, sino la bondad del Señor. Con este pensamiento siempre presente en su mente, recibirán los dones de Su gracia con la debida gratitud.

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