Pero muchos de los sacerdotes, levitas y jefes de familia, que eran ancianos, de muy avanzada edad, que habían visto la primera casa, aunque solo fuera en su juventud, cuando se pusieron los cimientos de esta casa ante sus ojos, cuando estimaron sus dimensiones y el tamaño del nuevo Templo a partir del trabajo realizado hasta el momento, lloraron a gran voz, porque era evidente para ellos que el tamaño y la belleza del nuevo edificio no alcanzarían el del Templo de Salomón, no hablar de la pérdida del arca y de muchos otros tesoros costosos que no podían ser reemplazados; y muchos gritaron de alegría,

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