Santifícame todo primogénito, todo lo que abre matriz entre los hijos de Israel, tanto de hombres como de animales; es mía. Esto no se dice de la santificación general del pueblo como la propia nación de Dios, sino de la consagración, del apartamiento, de los primogénitos, tanto de hombres como de animales, para el servicio específico de Jehová. Eran del Señor no solo en virtud de la creación, sino porque los perdonó en la gran matanza de Egipto.

Los primogénitos debían servir al Señor como sacerdotes, hasta que este derecho fuera conferido a los descendientes de Leví, cuando estaban obligados a redimirse mediante el pago de un sacrificio de exención; las bestias primogénitas debían ser sacrificadas al Señor.

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