Y el Señor endureció el corazón de Faraón, rey de Egipto, y él persiguió a los hijos de Israel; estaba cegado en su necedad por la aparente impotencia de sus antiguos esclavos. Y los hijos de Israel salieron con mano poderosa. No fue un caso de huida secreta con ellos, sino de una partida audaz a la vista de todos los egipcios.

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