Y el ángel del Señor, el mismo Hijo de Dios, se le apareció en una llama de fuego en medio de una zarza, siendo el fuego un símbolo de la aflicción purificadora y de la justicia que castiga de Dios. Y él miró, y he aquí que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. El obvio milagro de un arbusto espinoso del desierto que ardía, mientras que al mismo tiempo las llamas lo dejaban intacto, atrajo y llamó su atención.

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