Y os llevaré a la tierra por la cual juré dársela a Abraham, a Isaac y a Jacob; y te la daré en heredad, en posesión permanente; Yo soy el Señor. Esta, entonces, fue la triple promesa del Señor: liberar a su pueblo de la servidumbre de Egipto; adoptarlos formalmente como su pueblo; para llevarlos a Canaán, su posesión futura. Así, el Señor consuela a Sus hijos en medio de sus aflicciones con la promesa de la liberación eterna, mediante la cual Su pacto, Su Palabra, permanece viva en sus corazones.

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