Los cedros en el jardín de Dios no pudieron esconderlo, no pudieron superarlo, es decir, todas las demás naciones y estados del mundo fueron superados por Asiria en grandeza y gloria; los abetos, o cipreses, no eran como sus ramas, y los castaños, los plátanos, conocidos por la espesura de su follaje, no eran como sus ramas, ni ningún árbol en el jardín de Dios, en este caso todo el ancho mundo, era semejante a él en su belleza.

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