Cuando digo al impío: ¡Oh impío, ciertamente morirás, es decir, en ausencia de un verdadero arrepentimiento, quedando sujeto a una muerte segura, las arras de la muerte eterna; Si tú, es decir, el profeta, no hablas para advertir al impío de su camino, haciéndolo abandonar su camino de iniquidad al anunciarle la advertencia del Señor, que el impío morirá en su iniquidad, por no haber recibido la La advertencia no quitaría su culpa, pero su sangre demandaré de tu mano, haciendo así al profeta directamente responsable, a causa de su negligencia, por el alma de los impíos.

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