Después midió mil, y era un río, había crecido hasta las dimensiones de un gran arroyo, por el que no podía pasar, porque las aguas habían subido, aguas para nadar, un río que no podía pasarse, como un impetuoso torrente montañoso, hinchado por las lluvias primaverales, que obligaba a nadar si alguien quería cruzar.

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