Y sucedió que, cuando el criado de Abraham escuchó sus palabras, adoró al Señor, postrándose en tierra. Por lo tanto, sus primeros pensamientos fueron de gratitud al Señor, quien le había dado un éxito tan señalado a su viaje, permitiéndole cumplir su propósito la misma noche de su llegada. Al ver la mano bondadosa de Dios dirigiendo los asuntos de nuestra vida para nuestro beneficio, debemos convertir en una práctica el agradecer al Señor por toda Su bondad para con nosotros.

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