Y bendijeron a Rebeca, y le dijeron: Tú eres nuestra hermana, sé la madre de miles de millones, y deja que tu descendencia posea la puerta de los que los aborrecen. Que el número de los descendientes de Rebeca fuera innumerable y que toda su progenie siempre saliera victoriosa contra todos sus enemigos, esa fue la bendición sincera y amorosa que los parientes que la despidieron con pesar en el corazón le dieron.

Habiendo comenzado la obra de Eliezer en el traje de Rebeca de manera tan auspiciosa, habiendo sido Dios mismo la bendición manifiesta de los esponsales, era mejor apresurarse hacia la consumación del matrimonio, no sea que las malas lenguas siembren discordia.

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