Y el Señor se le apareció esa misma noche y dijo: Yo soy el Dios de Abraham, tu padre; no temas, porque yo estoy contigo, y te bendeciré y multiplicaré tu descendencia por amor de mi siervo Abraham. En medio de la persecución que Isaac estaba soportando, este estímulo llegó con toda su fuerza edificante. Los creyentes son extranjeros y peregrinos en la tierra y, como tales, están sujetos a muchas indignidades, pero la seguridad del Señor de su presencia eterna es siempre el único apoyo seguro de su fe.

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