¿No somos contados de él como extraños? Porque nos vendió y devoró también nuestro dinero. La conducta de Labán hacia sus hijas hizo que pareciera que las consideraba vendidas a Jacob por los catorce años de servicio. Y no sólo eso, sino el precio mismo, el mismo dinero que valían sus servicios para él, lo retuvo para sí mismo; devoró su propia sustancia, de la que no recibieron parte.

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