Y él dijo: Déjame, que amanece. Y él dijo: No te dejaré ir si no me bendices. A pesar del esguince de cadera, Jacob perseveró en su lucha con el hombre, de cuya identidad se hizo más seguro a cada momento. Fue el Señor mismo, en forma humana, quien aquí asumió el papel de antagonista de Jacob, y por esa razón Jacob insistió en tener Su bendición antes de permitirle partir.

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