Alza tu voz, clama de consternación por la inminente calamidad, oh hija de Galim, los habitantes de otra aldea en el camino del ejército asirio; haz que se escuche en Lais, los gritos de terror resonando a lo largo y ancho del país. ¡Oh pobre Anathoth! a sólo tres cuartos de hora de distancia de Jerusalén y, por tanto, obligado a sufrir a causa de los enemigos.

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