Lo cargan levantando su ídolo del lugar donde fue echado, sobre el hombro, lo cargan y lo colocan en su lugar, en el pedestal, en el nicho destinado a él, y él se para, un ser muerto incapaz. para mover; no se quitará de su lugar; sí, uno clamará a él, confiando en obtener ayuda del ídolo, pero no podrá responder ni salvarlo, el adorador que pone su confianza en él, de su angustia. Así, la impotencia, la nada, de los ídolos se presenta una vez más ante el pueblo.

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