El Señor ha jurado por su diestra y por el brazo de su fuerza, en un juramento sumamente solemne, con la certeza definitiva de que su omnipotencia es capaz de llevar a cabo su voluntad: Ciertamente, no daré más tu trigo para que sea comida. Tus enemigos, como había sido el caso siempre que los enemigos invadieron la tierra, y los hijos del extranjero no beberán tu vino por el cual has trabajado, disfruten de los frutos del trabajo de la Iglesia;

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad