Y miré, cuando se encontró rodeado de enemigos por todas partes, y no había nadie que lo ayudara; y me pregunté, con un sentimiento parecido al horror, que no hubiera nadie a quien defender. Por tanto, mi propio brazo me trajo la salvación al derrotar a los enemigos, y mi furor me sostuvo, brindándole la ayuda que necesitaba para obtener la victoria.

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