¿Por qué has de ser como un hombre asombrado, tomado por sorpresa y por lo tanto incapaz de levantar Su mano, aturdido por una calamidad repentina, como un valiente que no puede salvar? habiéndose vuelto débil e indefenso en una extremidad inesperada. Sin embargo, tú, oh Señor, estás en medio de nosotros, es decir, en su santuario que estableció en Jerusalén, y tu nombre nos llama, que lleva el nombre del pueblo de Jehová; no nos dejes! Así Jeremías se volvió hacia el Dios que se había revelado a Sí mismo como el Dios de salvación, suplicando a favor de un pueblo que se había vuelto culpable de rebelión contra su única Fuente de ayuda.

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