Sean avergonzados los que me persiguen, de modo que sean amontonados en deshonra delante de él, pero no me confunda yo con su simple confianza en el Señor; que se desanimen, pero no me desanime yo. Trae sobre ellos el día del mal, la destrucción prometida, y destrúyelos con doble destrucción, literalmente, "con una doble porción en ruina". Esta no era una oración de venganza, sino de celo por la honra del Señor, que era en juego en los ataques hechos contra su siervo. Una oración para que el Señor vengase su honor al castigar a sus enemigos es totalmente válida hasta el día de hoy.

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