Así dice el Señor Dios de Israel, el único Dios verdadero, de cuya existencia el pueblo y su rey parecían estar conscientes sólo cuando se adaptaba a sus necesidades y su imaginación. He aquí, haré retroceder las armas de guerra que están en vuestras manos con las que lucháis contra el rey de Babilonia y contra los caldeos que os sitian fuera de los muros, para que toda su defensa sea en vano, y los reuniré en en medio de esta ciudad, de modo que sus defensores, que todavía intentaban repeler a los invasores fuera de las murallas, se verían obligados a refugiarse en la ciudad, ya que sus armas habían resultado impotentes contra el enemigo.

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