Ahora, estas son las palabras de la carta que el profeta Jeremías envió desde Jerusalén al resto de los ancianos, a los que habían sobrevivido a las penalidades del exilio hasta ese momento, que fueron llevados cautivos, a los sacerdotes y a los profetas y a todo el pueblo que Nabucodonosor había llevado cautivo de Jerusalén a Babilonia, a la congregación de los judíos exiliados, desorganizada como estaba en las condiciones del destierro,

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