Por tanto, se derramó mi furor y mi ira, como vaso volcado que derrama todo su contenido de una vez, y se encendió en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, porque el fuego de destrucción era una manifestación de la ira divina; y están devastados y desolados, como en este día, siendo su ruina enteramente culpa de la terquedad de los judíos rebeldes, y las consecuencias aún eran evidentes.

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